29Si sabéis que él
es justo, deducid que todo el que practica la justicia ha nacido de él.
3 1Mirad qué muestra de amor nos ha dado el Padre,
que nos llamemos hijos de Dios; y de hecho lo somos. La razón de que el mundo
no nos reconozca es que nunca ha conocido a Dios.
2 Amigos míos, hijos
de Dios lo somos ya, aunque todavía no se ha manifestado lo que vamos a ser;
pero sabemos que cuando eso se manifieste seremos semejantes a él, puesto que
lo veremos como es.
3Todo el que tiene
puesta en él esta esperanza se purifica, para ser puro como él lo es.
EXPLICACIÓN.
2,29-3,3. El conocimiento
interior (sabéis) de lo que es Dios permite aprender de la experiencia (conoced/deducid)
las características del que ha nacido de él; la primera es la práctica
de la justicia (29).
Meditación sobre el «nacer
de Dios» (3,1). Recuerda a los destinatarios su privilegiada condición; muestra
de amor, gr. agapé, unido al verbo «dar»; de hecho explicita
la fuerza del indicativo. Al mundo u orden social, que es injusto y practica la
injusticia, le es imposible conocer a Dios, que es justo, y rechaza a los hijos
de Dios, que practican la justicia (2,29).
Cuando eso se
manifieste, se suple el
sujeto implícito; llegará el momento en que se manifieste la condición divina
de los hijos de Dios, pues conocer a Dios como es supone que el que lo conoce está
en su mismo plano. La realidad presente justifica la esperanza del futuro; ésta
incita a asemejarse a Dios todo lo posible, eliminando todo lo que desdice de
un hijo de Dios (2-3).
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