6Éste es el que pasó
a través de agua y sangre, Jesús Mesías. No se sumergió en el agua solamente,
sino en el agua y en la sangre, y es el Espíritu quien está dando testimonio,
porque el Espíritu es la verdad. 7Son tres los que dan testimonio: 8el Espíritu,
el agua y la sangre, y los tres coinciden.
9Si aceptamos el
testimonio humano, el testimonio de Dios tiene más fuerza; porque ése es el
testimonio de Dios, que ha dejado su testimonio acerca de su Hijo.
10Quien mantiene su
adhesión al Hijo de Dios tiene el testimonio en sí mismo; quien no da fe a Dios
lo deja por embustero, por negarse a dar su adhesión al testimonio que ha
dejado Dios acerca de su Hijo. 11 Y éste es el contenido del testimonio: que
Dios nos ha dado vida definitiva, y esta vida está en su Hijo: 12quien tiene al
Hijo, tiene la vida; quien no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida.
EXPLICACIÓN.
6-12. Párrafo claramente
antignóstico. Jesús, el Mesías, no pasó únicamente a través del bautismo (agua),
donde recibió el don de Dios, la unción del Espíritu, sino que respondió a
ese don dando su vida por los hombres (sangre); el memorial de su entrega
es la eucaristía. Se sumergió, implícito en la prepos. gr. en, cf.
1 Cor 10,2; la muerte, considerada como otra inmersión, cf. Mc 10,38s. El
Espíritu de Dios sigue dando testimonio de que Jesús significa amor hasta el fin;
el Espíritu es la verdad, cf. 4,6: «el espíritu de la verdad" (6);
da su testimonio a través de los mensajes inspirados (la profecía), en el bautismo
(agua) y en la eucaristía (sangre) (7-8). La adición de la Vulgata
clementina sobre los tres testigos celestes, el Padre, la Palabra y el Espíritu
Santo, no se halla en los códices griegos y, entre los latinos, sólo se lee en
algunos códices españoles. Es probable que su origen sea africano.
Ese testimonio vivo y
permanente en la comunidad tiene más fuerza que cualquier otro, pues está dado por
Dios mismo (9). Pero, además, Dios da su testimonio dentro de cada uno de los fieles
(10; cf. 2,20.26s), y este testimonio consiste en la experiencia de una calidad
de vida (el Espíritu) que dimana de la adhesión a Jesús, el Hijo de Dios, el Mesías
que murió por los hombres (11-12).
Para el autor, el cristianismo
no se define solamente por la experiencia interior de Dios, por la devoción o por
la aspiración y el esfuerzo por una perfección interior; es una experiencia de
vida y amor divino a través de Jesús, el Ungido, que transforma la conducta y se expresa necesariamente
en el amor a los demás hombres. Si no se traduce en conducta, el cristianismo es
espurio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario