1 1Lo que
existía desde el principio,
lo que hemos oído,
lo que han visto
nuestros ojos,
lo que contemplamos y
palparon nuestras manos
acerca de la Palabra, que es la vida,
2_porque la vida se
ha manifestado,
la hemos visto, damos testimonio
y os anunciamos la vida definitiva,
la que se dirigía al Padre
y se ha manifestado
a nosotros-
3eso que hemos visto
y oído
os lo anunciamos
también a vosotros
para que vosotros lo
compartáis con nosotros;
y nuestro compartir
lo es con el Padre y
con su Hijo, Jesús Mesías.
4Os escribimos esto
para que nuestra
alegría llegue a su colmo.
EXPLICACIÓN.
1-4. Comienzo
insólito. No se menciona al remitente ni a los destinatarios; tampoco habrá una
despedida (cf. 5,21). Este documento no es una carta en el sentido ordinario,
pero tampoco es un tratado; su tono es personal y concreto (cf. 2,1). El
escritor supone que sus lectores conocen el Evangelio de Juan o, al menos,
están familiarizados con el modo de hablar de las comunidades joaneas. Los
términos «la Palabra», «luz», «amor», «vida» no adquieren su pleno sentido si
no se conoce el uso que hace de ellos el cuarto Evangelio.
Es notable que el
autor utilice en su exposición el género neutro (1: Lo que existía; 3: eso
que hemos visto). Esto puede indicar que la vida de que trata no es
solamente la que se manifestó en la persona de Jesús, sino también, de modo más
general, la que, por su obra, existe y se manifiesta en las comunidades
cristianas.
De este modo, el
proyecto divino primordial (desde el principio) sobre el hombre se ha
hecho perceptible, realizado en Jesús (]n 1,1.2.14) y, en diferente medida, en
los suyos; el autor, como miembro de un grupo (nosotros), ha tenido
experiencia directa y sensible de su realidad (nuestros ojos, nuestras
manos); lo que contemplamos (cf. Jn 1,14) denota una visión que percibe el
significado de lo que ve; palparon, cf. Lc 24,39. Esa Palabra, que
formula el proyecto y se convierte en mensa contiene la vida (1).
Inciso que justifica
la posibilidad de la experiencia anterior y explica la calidad de la Palabra/vida
(2). Ésta se ha manifestado y es objeto del anuncio del autor, que
reafirma su experiencia directa de ella (la vemos visto); es vida de tal
calidad y plenitud que es capaz de superar la muerte física (la vida definitiva).
Esa vida, en cuanto palabra/proyecto se dirigía al Padre, fuente de
la vida; en cuanto presente en Jesús y en los suyos, se ha manifestado.
Terminado el inciso,
enlaza con v. 1. Eso que hemos visto y oído (3), resumen que insiste en
el testimonio personal que funda el anuncio cuyo propósito es que el autor y sus
destinatarios compartan esa vida el término gr. koinônia significa un compartir activo, por parte tanto del
receptor como del dador. No sólo eso, esa vida se comparte con Dios Padre y con
Jesús; «la vida definitiva» es la vida divina, el Espíritu de Dios. Padre, denominación
de Dios propia de los que tienen la experiencia de ser «hijos»; su Hijo, igualdad
con el Padre (Jn 1,14); Jesús, realidad histórica; Mesías, ungido
con el Espíritu y encargado de una misión salvadora.
La carta pretende asegurar
esa comunidad de vida, que colmará la alegría del autor (nuestra, l.v. más
probable que «vuestra-) (4); se adivina que éste siente cierta preocupación y
quiere asegurar la unión de este grupo con él, estimando ser ésta la única
manera de que la tenga con Dios y con Jesús; se perfila la presencia de otros que
ofrecen la unión con Dios sobre supuestos diferentes de los del autor (cf. 2,18-28).
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