18Hijos, es un momento
decisivo. ¿No oísteis que iba a venir un anticristo? Pues mirad cuántos
anticristos se han presentado: de ahí deducimos que es un momento decisivo.
19 Aunque han salido
de nuestro grupo, no eran de los nuestros; si hubieran sido de los nuestros se
habrían quedado con nosotros, pero así demuestran que ninguno de ellos era de
los nuestros.
20 A vosotros,
además, el Consagrado os confirió una unción, y todos tenéis conocimiento. 21Si
os escribo no es porque no conozcáis la verdad, sino porque la conocéis y sabéis
que de la verdad no sale mentira alguna.
22 ¿Quién es el
embustero?, ¿quién sino el que niega que Jesús es el Mesías? Ese es un
anticristo, el que niega que son Padre e Hijo. 23Todo el que niega al Hijo se
queda también sin el Padre; quien reconoce al Hijo tiene también al Padre.
24Por vuestra parte,
permanezca con vosotros lo que aprendisteis desde el principio; si eso que
aprendisteis desde el principio permanece con vosotros, también vosotros
permaneceréis con el Hijo y con el Padre; 25y ésa es la vida definitiva, la
promesa que él nos hizo.
26Sobre los que
intentan extraviaros, basta con lo escrito. 27 Además, la unción con que él os
ungió sigue con vosotros y no necesitáis otros maestros. No, como esa unción
suya, que es realidad, no ilusión, os va enseñando en cada circunstancia
conforme a lo que él os enseñó, permanecéis con él.
28Pues ahora, hijos,
seguid con él, para que, si se manifiesta, nos sintamos seguros y no tengamos
que alejamos de él, avergonzados, el día de su visita.
EXPLICACIÓN.
18-28. Segundo enemigo, los que niegan que Jesús es el
Mesías; éstos son los anticristos o «antimesías», que separan al Cristo
glorioso del Jesús humillado, que no siguen a Jesús en su testimonio de verdad
y amor al hombre, causa del odio del mundo, que convierten a Cristo en objeto
de culto sin continuar su labor liberadora. Un anticristo, lit. «el
anticristo»: en gr., esta determinación indica un individuo concreto, pero no
precisado (el que niega), que en casto se designa con la indeterminación.
Un momento decisivo, gr. eskhátê hôra; La falta de
determinación impide referir la expresión al momento último o final (cf. Jn
6,39.40, etc.: «el último día»): el adjetivo éskhatos indica, pues, el tiempo o
momento en que la opción no puede esquivarse y es de algún modo definitiva
(“decisivo/crítico”); ser "último/decisivo” es la calidad propia del
tiempo mesiánico, etapa final de la historia, en la que, según la concepción de
Juan, los campos quedan divididos por la inevitable opción entre luz y
tinieblas (d. J n 3,19-21). La creencia difusa en un «anticristo» para la época
final se realiza de modo inesperado: hay muchos «anticristos» (18).
Divergencias en la comunidad; algunos la han abandonado
(19). La causa profunda de la división ha sido la no aceptación del compromiso
con el prójimo, según el mensaje de Jesús. El rechazo del compromiso ha
cristalizado en una ideología que separa a Jesús hombre del Mesías, entidad
celeste y gloriosa, que desciende sobre Jesús en el bautismo, pero lo abandona
antes de la muerte infamante en cruz (cf. 4,1-6; 5,6-12).
La unción (“crisma”, como «Cristo», Ungido) que han recibido
de Jesús (el Consagrado) es el Espíritu, que da la experiencia de Dios como
Padre y de Jesús como Salvador. El autor no pretende instruirlos; quiere que usen
el conocimiento que ya tienen para discernir entre lo que es de Dios y lo que
no es (20-21).
El autor desmitifica el concepto de anticristo (22: Ése es
el anticristo). Negar que Jesús-hombre es el Mesías (Ungido, Consagrado por el
Espíritu) lleva consigo negar que es el Hijo de Dios (23) y que su actividad es
la misma del Padre (cf. Jn 10,24.25.32.36). Se niega así la importancia de su
vida histórica; quien tal hace se queda sin el verdadero Dios, el Padre, y el
dios que se fabrique será un ídolo (cf. 5,21), pues es la vida y actividad de
Jesús la que revela el ser de Dios (Jn 1,18; 12,45; 14,9). Que son Padre e Hijo
(22), lit. «al Padre y al Hijo», refiriéndose a la relación entre ambos.
Lo que aprendisteis desde el principio es el mensaje del
amor, a ejemplo de Jesús. Su práctica mantiene unidos a Jesús y al Padre,
fuente de vida, y esa unión, efecto de la comunidad de Espíritu, es la vida
definitiva (cf. Jn 17,3) (24-25).
El cristiano que practica el amor al prójimo posee la unción
interior del Espíritu (cf. 2,20), que vivifica la enseñanza de Jesús (cf. Jn
14,26), permitiendo discernir lo verdadero de lo falso (no necesitáis otros
maestros) y actuar en cada circunstancia conforme al mensaje; esto hace que el
cristiano siga unido a Jesús (26-27).
Resumiendo lo dicho anteriormente, exhorta a la constancia
en lo principal, la adhesión personal a Jesús (seguid unidos a él); si se
manifiesta: la posible visita del Señor a la comunidad ha de identificarse con
algún acontecimiento que la ponga a prueba, quizá la persecución (28);
retiramos avergonzados, lit. «avergonzamos lejos/alejándonos de él»; visita,
gr. parousía (sólo aquí en los escritos joaneos), que, desde el siglo II a.c.,
era el término usual para designar la visita de un rey o emperador a una
ciudad; no hay razón para suponer que el texto hable de una llegada al fin de
la historia; cf. Mc 13,26.32-37.
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