El autor de la
carta, innominado, escribe a ciertas comunidades cristianas que atraviesan una
crisis, provocada por un grupo que ha abandonado la comunidad (2,19). Se
trataba de carismáticos con inspiración para hablar o predicar (profecía) (4,1), es decir, verosímilmente
hombres de nota en la comunidad. Sin duda, habían empezado a proponer nuevas
doctrinas en el seno de la misma y, al no conseguir arrastrada, se habían
separado, dedicándose al proselitismo entre los paganos, con gran éxito (4,5). Se
había producido, por tanto, y quizá por primera vez en aquella región, una
ruptura en la unión cristiana, una divergencia en la fe y en la enseñanza. Las
comunidades se sentían inseguras (5,13), y a ellas se dirige la carta.
Los falsos maestros
son calificados de anticristos (2,18.22; 4,3), o «antimesías», pues su doctrina
negaba que Jesús sea el Mesías; se les tacha además de embusteros (2,22) que
intentan extraviar a los fieles (2,26), de falsos profetas (4,1), en connivencia
con el mundo (2,15; 4,5).
Al mismo tiempo, se
jactaban estos individuos de conocer a Dios (2,4; 4,8), de amado (4,20) y de
estar en íntima unión con él (1,6; 2,6.9). Eran carismáticos (4,1-3) y pensaban
estar completamente libres de pecado (1,8.10). No consideraban importante la
observancia de los mandamientos y, en particular, el del amor activo al prójimo
(2,4.9.11; 3,7.10-12.17). Tal vez manifestaban odio o violencia contra los
fieles (3,13-15).
Los destinatarios,
por su parte, han resistido bien a la ofensiva (2,13b.14c; 414;
5,4), aunque el mal influjo aún continúa (2,26; 3,7; 4,1).
La carta, es verdad,
carece de forma epistolar. No hay dirección, saludos, ni despedida, Pero, dado
el modo de hablar a los destinatarios, no se la puede considerar simplemente
como un tratadito sin conexión con circunstancias particulares; parece más bien
una carta dirigida a varias comunidades, probablemente de Asia Menor, que
atravesaban una crisis parecida bajo el influjo de los mismos propagandistas.
¿Cómo calificar a
éstos? Descartada la identificación con Corinto, pues no coinciden sus
doctrinas con la de los adversarios combatidos en la carta, éstos parecen haber
profesado un gnosticismo rudimentario, de base cristológica (a diferencia del
que aparece en Colosenses). Fundamentalmente negaban que Jesús hombre fuera el
Mesías, el Hijo de Dios, «leitmotiv» de la carta, y no atribuían valor alguno a
su muerte (1,7 con 5,6; 2,22; 4,2-3.10.14; 5,1.5).
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